Eugenio Zappietro (g), Julio Schiaffino (d), "Bull Rockett", Misterix nº 714, 20 de julio de 1962.
Jorge Oesterheld (g), Leopoldo Durañona (d), "Pedro Pereyra, Taxista" [homenaje a Pablo Pereyra] Hora Cero Extra! # 25, 23 de junio de 1960. Lluvias de Buenos Aires.
Julito y Leopoldinsky... muchachos de aquel Buenos Aires... aquì, en tu sitio, me vienen ganas de pensarlos y hablar de ellos, este es buen lugar para repatingarse y llamar sosegadamente a los recuerdos. A Leopoldo me lo encontrè en la Panamericana como alumno de Breccia, conjuntamente a Rubèn Sosa y a Abel Balbi. Yo seguìa visitando esporàdicamente la Escuela a pesar de no poder pagar ya los cursos, Breccia me invitaba -pasate de vez en cuando- me decìa, ademàs de recibirme en su casa y aconsejarme.
A Julio Lo conocì como ayudante de Solano, cuando yo entrè
al estudio el ya se estaba yendo, hacìa por su cuenta Joe Zonda y Bull Rockett,
anteriormente dibujados por Solano. Julio mascaba toscanos apagados y dibujaba
sin cesar, desarrollando su original versiòn solanesca: habìa convergencias
paralelas entre los dos, fueron capaces de partir desde las frìas y eficaces
manchas y lìneas de Paul Campani hacia nuestros barrios, entibiàndose en el
camino de los dìas. Jorge, su hermano, me contaba que la madre, parada al lado
de la mesita de trabajo de Julio, le decìa - hacé unos cuadritos màs, nene, que
me tengo que comprar zapatos - Solano y el consiguieron ademàs hacernos palpar
visualmente la suciedad de la soldadescas cubiertas de barro seco, los ojos
llameantes de desesperaciòn bajo la sombra de los cascos, la fatiga de los
cueros ajados por el uso, la corrosiòn de los metales, los cielos plùmbeos de
aquì y de allà. Luego su camino se internò en zonas de exasperaciòn humorìstica
como las de su admirado Will Elder, llenando sus cuadritos con contorsiones y
anécdotas desopilantes. Se le iluminaban los ojos cuando hablaba de el.
Leopoldo es vigor, soltura y gracia. De potrillo galopaba
cerca de Breccia, a veces irritàndolo. Era verbo colérico, energìa
desencadenada, brillantez en acto. Sus Pedro Pereyra, taxista, resueltos en
tempestades nocturnas, eran oleadas de tinta palpitante en lluvias y vientos
que hacìan entrada en las recònditas sombras de los barrios de Buenos Aires,
ejerciendo animismo del mejor. Y sus trabajos en Latinoamérica y el
imperialismo son excelentes, concuerdo. Nos juntàbamos en su casa con Balbi y
Sosa y ahì dale que te dale, discusiones infinitas, llueve siempre en mis
recuerdos. Luego terminabamos echados por su mamà, cansada de la excitaciòn y
los gritos, y nos ìbamos al bar de la esquina a festejar con cafè con leche y
medialunas.
Reconozco que estoy un poco fijado con esa ciudad, la mìa,
la de ellos. Que se yo, debe ser el carìnio. Ahì nacieron, ahì volvieron, desde
ahì se fueron al otro barrio, y a ese ahì lo dibujaron desde sì mismos,
reanimàndolo.
Hasta lueguito y 'chas gracias.
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